En la iconografía medieval, la diosa Fortuna se asociaba al arquetipo lunar, por la repetición constante de sus ciclos, siempre oscilantes entre el esplendor y el declive.

Al igual que las fases de la luna, los acontecimientos vitales del ser humano giran en torno a cuatro estadios: la esperanza y aspiración de poder (Regnando), el gozo del triunfo (Regno), el inicio de la caída (Regnavi) y la confrontación con el olvido (Sum sine regno).

A menudo representada con una venda en los ojos, vestimentas ondulantes, plumas en el cuerpo o incluso desnuda como mero ornamento, la única certeza de Fortuna es su movimiento incesante hacia una promesa eterna.